miércoles, 6 de julio de 2016

vallenato



Tanto el vallenato como el acordeón fueron despreciados por la aristocracia, en la época de la colonia española en Colombia. Hoy son el orgullo de todas las clases, pues con el tiempo fueron ganando terreno. Como termino, vallenato se utilizaba en forma despectiva para llamar a las personas que tenían la enfermedad de la piel (carate). Producida por la picadura de un insecto que dejaba manchas. Cuando fue que se desvirtuó su significado y se le permitió que identificara a la música de acordeón, no es claro entre los investigadores. Entre los mercaderes de la época apareció un instrumento musical de origen Alemán, que al hacer trueque de mercancías empezó a filtrarse en la cultura del pueblo. Era el acordeón, creado por Kiril Damián. Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, existió un selecto grupo de acordeonistas algunos antecedieron a “Francisco el hombre”, de los cuales se recuerdan los nombres de José León Carrillo, Abraham Montero, Cristóbal Luquez, Agustín Montero, Francisco “chico” Bolaños y Luis Peñaranda.
LA LEYENDA VALLENATA
Esta historia, que se supone ocurrió en los albores del siglo XX, sintetiza el episodio que se convertiría, con el correr de los años, en el soporte mitológico de la música Vallenata; la derrota del diablo en un vibrante duelo de acordeón, a manos de Francisco Antonio Moscote Guerra, el campesino guajiro que se transformó en leyenda y se inmortalizó en la historia del Vallenato con el nombre de Francisco el hombre. El recuento pormenorizado de su vida, el relato de sus proezas como acordeonista, y específicamente su consagración frente al diablo, hacen parte de una serie de documentadas crónicas escritas por Ángel Acosta Medina en el Espectador (abril 82), en las que se recogen testimonios fidedignos y elocuentes sobre las andanzas del trovador, símbolo de la música Vallenata. Es probable que el encuentro con el diablo haya sido fruto de la imaginación popular, y con mayor razón si se produjo en los territorios del realismo mágico. Quizá se discuta su veracidad. Pero lo cierto es que el hecho ha servido como sustento de la leyenda y ha reafirmado la identidad de un pueblo que tiene en la música Vallenata su patrimonio cultural más valioso. Por eso, Francisco Moscote dejó de ser un modesto ayudante de recua y se tornó en un acordeonista portentoso cuya existencia quedó para siempre rodeada por una aureola de fantasía y de misterio.

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